El escalón que me hará tocar el cielo

Buenísimas tardes gente de la tierra y del más allá! Ya sé que algunos me habréis echado de menos, porque es cierto que llevo un mes sin publicar nada, pero mis intenciones de escribir todas las semanas tienen la misma credibilidad para mí que una promesa política.  Otros, sin embargo, estarán leyendo mi blog por primera vez, lo cual me congratula.

Esta última semana el cuerpo me pedía un artículo sobre la masacre Parisina del pasado 13 de Noviembre, pero hoy me he puesto filosófica y he decidido navegar entre mis pensamientos, lejos de la idea de comentar una opinión que no puede expresarse con palabras.

No hace mucho que vi una película en la que el protagonista soñaba siempre que era algún objeto en movimiento, esa noche yo hice un “free style” y por alguna razón, soñé que era una escalera, sí señor, algo tan triste y aburrido como una escalera, ya podría haber sido un tiovivo o algo con muchas luces…

Hoy he pensado en la complejidad de la escalera y en lo que se parece a la vida, así que me he puesto a teclear a la velocidad del viento con el fin de no dejar escapar esa inspiración boyante que me ha invadido después de escuchar a Pablo Alborán. Puede que las líneas que leeréis a continuación, no sean más que una sucesión de sandeces, pero como dijo Antoine de Saint Exupéry : “La única libertad que existe, es la del pensamiento”

Para empezar, creo que si mi vida fuese una escalera, estaría hecha de madera de cerezo, así, de un color café rojizo, pero blanco cremoso a la albura; aparentemente fuerte pero en realidad muy sensible. También sería una escalera de caracol, puesto que, yo siempre le doy muchas vueltas a todo. Las barandillas, serían claras, elegantes con acabados de color pastel, para simbolizar la pureza y la transparencia y los escalones estarían cubiertos por una impresionante moqueta rojo pasión.

Más allá de todo lo que podemos percibir con nuestros sentidos, la escalera simboliza el recorrido que hacemos por la vida. Empezaríamos desde abajo del todo, en nuestros primeros cinco años seguramente no conseguiríamos subir más de cinco escalones, pero a medida que desarrolláramos nuestras pasiones, inquietudes y debilidades, empezaríamos a dar pasos agigantados por la escalera de la vida.

 Algunos escalones, serán más altos que otros, a algunos incluso habrá que subir en helicóptero. Nos encontraremos con baches que como mucho “intentarán” que no sigamos subiendo pero nunca, nunca, nos harán bajar. A veces pensamos en lo que “podría haber sido” pero no nos damos cuenta de que en la escalera dela vida uno jamás deja de tener oportunidades para lograr nuestros objetivos.

Conseguir nuestros sueños no supone acabar la escalera, si no colgar una chapita de oro en ese escalón que te hace sentir como si estuvieras tocando el cielo. Después, toca pensar en una nueva meta, un nuevo reto y la palabra “conformarse” eta prohibida.

En ocasiones tropezaremos e incuso romperemos algún escalón, pero la mejor manera de arreglarlo no es otra que seguir avanzando. Uno sube tantos escalones como se propone y se para tantas veces como se lo permite.

Las normas de la escalera son: divertirse, no aceptar la derrota, no hacer daño a nadie y ante todo, esforzarse por ser feliz.

Un día, en cierto peldaño de mi escalera, encontré mi vocación y con ella, empecé este blog. Y tú, ¿Has encontrado ya el escalón que ha dado un giro a tu vida?

Con amor, desde mi algún lugar de mi escalera, Amaia.

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