El nuevo racismo

¡Buenas tardes gente de la tierra y del universo! Por fin se ven algunos rallitos de sol en Bilbao y falta muy poquito para las vacaciones de semana santa, así que hoy me siento súper optimista  y llena de vida.

Actualmente los medios de comunicación son transcendentales dada la inmediatez con la que son capaces de hacer público todo lo que ocurre en el mundo. Sin embargo, mientras los intentos frustrados del Rea Madrid por hacerse con la con el primer puesto de la liga, un pequeño trozo de estos recogía la barbarie de miles de refugiados ahogándose en el mar tratando de huir de la guerra que empezó en 2011.

Me asombra la capacidad de la sociedad occidental para mirar a otro lado mientras mueren miles de personas. El mayor acto de hipocresía llega cuando se publica la foto de un niño que llega a costas europeas, arrastrado por la corriente, es en ese momento cuando la gente toma conciencia, o al menos lo intenta, del problema. Esto responde a la cuestión filosófica casi tan antigua como la memoria social: “¿Hace ruido el árbol que cae cuando no hay nadie para escucharlo?”.

Una vez nos hemos dado cuenta de que existe un ser con nombre y apellidos muerto en nuestro territorio, comenzamos a sentirnos identificados con su dolor. Es entonces cuando el Parlamento de Dinamarca, por medio de una votación decide que arrebatará a los refugiados que pasen sus fronteras cualquier propiedad que sobrepase los 400 euros. Parece que no es oro todo lo que reluce, que Dinamarca esconde más problemas de xenofobia y excusión social de los que puede contar. Cuesta imaginar que se tenga tanta piedad ante gente que arriesga su vida buscando una vida mejor. A nadie le importa apadrinar a un niño o mandar un paquete de arroz al banco de alimentos, pero cuando el problema entra en nuestro país, ahí ya no somos solidarios, sino racistas. Esto ocurre en Dinamarca al igual que en todos los países de la tierra de los modernos.

Hay quien dice que esto es una guerra de religiones, que los refugiados son el nuevo caballo de Troya y que cuando menos nos lo esperemos, se harán con el control de Europa. Esto demuestra que la imaginación de la población occidental es mayor que su piedad. No se trata de religión o de poder, se trata de vivir, algo que muchos siguen sin entender. Lo que me avergüenza es que después de tantas guerras, de sufrimiento, de vidas perdidas, todavía haya gente que piensa que pueden mirar a los demás por encima del hombro, como dijo Gabriel García Márquez:” Un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

Sin embargo, por desgracia para algunos, la historia no está escrita y dentro de cien años, los daneses. Si la Alemania de Merkel todavía carga con los tiempos de Hitler, tal vez la crisis de los refugiados se convierta en la nueva lacra de la Europa occidental.

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